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Por qué lo llaman abstinencia cuando quiere decir inapetencia.

  • AAJ
  • 20 abr 2017
  • 3 Min. de lectura

Hablaré de un tema escabroso pero que creo, a los que estamos en la misma franja de edad y con la misma situación familiar nos afecta. Hoy entre risas (las de ambas) me lo corroboraba una amiga con la que quedé a almorzar.


Aunque no queramos -ni creerlo ni reconocerlo- los que nos acercamos a los 40 con hijos de entre 0 y 5 años no tenemos, no pocas ganas, sino cero fuerzas para tener relaciones sexuales al finalizar el día.


No lo neguéis, además, muy seguramente estabais deseando que alguien tocara el tema…


Hace unas semanas estábamos con un conocido recién separado y también lo afirmaba: cero sexo tras los hijos. Ahora me imagino que su situación se le habrá revertido y su vida debe ser más un capítulo de Sexo en Nueva York que uno de "The Brady Brunch”.


¿Qué nos está pasando? ¿Será el parto?, ¿serán las hormonas?, ¿será que ya pasamos a otro nivel de relación?. ¿Serán los gorditos? Quizá llegue un momento en el que sean más importantes otras muchas cosas antes que el sexo.


Cuando comienzas la relación te dan ganas de elegir un modelito espectacular todos los días, incluso te dan ganas de ir a la peluquería (lo cual aborrezco y me parece una pérdida de tiempo). Una es capaz de ponerse en esos días de lluvia continua de Bogotá un mini camisón de seda con encaje con tal de tener una noche ardiente. Que me digan ahora eso, que con el frío que estamos teniendo en la ciudad me pondría hasta calcetines para dormir.


Por no hablar de ellos. Ellos eran capaces de dejar de ver la final de la Champions o el último capítulo de la temporada de “The Game of Thrones” con tal de crear un ambiente romántico de vino y lo que viniese más tarde. Ahora las noches giran alrededor de teteros, chupetes, cuentos y el: ¡no te vayas de mi cama que tengo miedo!, lo que hace que obviamente el que termine antes dormido y roncando sea el papá.


Cuando uno volvía de fiesta durante los dos o tres primeros años de relación, tiraba la casa por la ventana. ¡Qué tiempos aquellos!, estarás pensando.


Ahora vas a un matrimonio y estás deseando meterte en la cama porque a pesar de que la niñera se ha quedado a dormir, no paras de imaginar la cara de tu hijo (o tu dolor de cabeza) cuando te despierte a las seis de la mañana y como siempre llegue hasta tu lado de la cama diciendo que tiene pipi, o peor, que tiene la misma palabra pero con “o”.


Por no hablar de cuando se da la situación en cuestión, que te sientes tan torpe como cuando dabas tus primeros besos al novio de turno, además de que te pasas el rato pensando en disimular tu gordito.


¿Cambiaríamos la situación actual por la de volver a sentir mariposas en el estómago? Rotundamente: no.


Me gusta estar agotada y poder abrazar a mi “marido” y hacer cucharita (o como lo llamen) y quedarme dormida así, me gusta tener la confianza para saber que a él no le importa eso, y peor (o mejor aún), que él con su agotamiento prefiere también eso.

¿Qué se pueden tener ambas cosas?: obvio. Pero analizando, esa etapa ya la quemamos y nos la gozamos. Y lo más probable, eso volverá cuando menos nos lo esperemos (por lo menos cuando nos dejen dormir hasta las ocho de la mañana). Nuestras energías se las llevan los niños y nosotros, nosotros ahora nos dedicamos a dormir. Eso si, abrazados y calentándonos los pies.


Finalmente al terminar el almuerzo, mi amiga y yo llegamos a la conclusión de que tenemos que organizar una fiesta de mujeres con sexóloga incluida, para ver si por lo menos el regreso de esa época se da antes de que los niños empiecen a ir a la universidad. Espero que no quede solo en la propuesta y que por el contrario, me tenga que conformar con ver un capítulo de Sexo en Nueva York para imaginármela…



 
 
 

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UNA MUJER NO ADAPTADA, ni apta, PARA LA VIDA MODERNA

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