SIN PELOS EN LA LENGUA

Los blogs pasaron de moda hace ya unos años. Ahora se llevan esos grupos de mujeres en los que cada una cuenta sus problemas y todas contestan dándole consejos como si no tuvieran madre o mejor amiga (que en el fondo es la que le va a decir todas las verdades).

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Pero hoy que estoy sin la compañía de mi marido y mi hijo de tres años y puedo tomarme unos minutos para mi (no puedo pero lo estoy haciendo porque me da la gana), ha llegado el momento de hacer algo que como periodista siempre quise hacer.

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Tuve muchas cosas que contar hace años: la llegada a un nuevo país para trabajar, el  día a día con una persona de otra cultura, tener dos hijos colombo españoles, pero siempre me ponía excusas a mi misma para no comenzar.

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No pretendo que nadie me lea, al revés, creo que voy a ganar muchos detractores con estas y las próximas palabras que escriba.

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“Sin pelos en la lengua” sirve, en principio, para desahogarme, para retomar la escritura que dejé hace unos años y, por último, para que aquellas mujeres -y hombres- que se identifiquen y puedan echarse unas risas o puedan pararse a pensar si la vida a su alrededor merece la pena o deben hacer algo por cambiarla (como creo que haré yo cada vez que escriba una publicación).