Supercalifrajilistiqueando
- AAJ
- 26 abr 2017
- 4 Min. de lectura

Supercalifrijilistiqueando. Dicese de la palabra que proviene de supercalifrajilisticoespialidoso y que para mi significa hacer malabarismos, apañárselas como uno pueda y salir del paso.
La palabra proviene de una de las varias canciones de una de una de mis películas preferidas de la época con la grandiosa Julie Andrews y primer filme animado nominado al Óscar por la categoría de “Mejor película”: Mary Poppins.
Pues esta semana mi Mary Poppins no ha pisado el suelo de la familia González Alonso debido a una enfermedad que la ha mantenido hospitalizada, y lo peor, no sabemos cuanto tiempo esté postrada en cama.
Nosotros como su segunda familia (pasa más tiempo aquí que en su casa), deseamos que se mejore, pero eso no quita que por nuestro bien regrese cuanto antes.
En estos momentos te paras a pensar: con lo puñetera que soy con ella a veces y lo que la necesito.
La mañana ya empieza descuadrada porque tienes tu primera reunión a las 8.30 de la mañana y no tienes con quien dejar a tu hijo de un año. No te has puesto de acuerdo con tu “marido” (seguimos viviendo en pecado), porque no se te pasa por la cabeza que también haya programado su primera reunión a las 8.30 de la mañana. Resultado: primera bronca del día.
Tras chuparte varios trancones llegas a casa y tu Mary Poppins no está. Cambia pañal porque a saber cuanto tiempo lleva Felipe con ese plastón oloroso, recoge el suelo de juguetes porque tú, que eres un poco maniática del orden, no te puedes sentar a trabajar con cosas a tu alrededor…
Por fin, cuando te sientas en tu escritorio para leer, responder y enviar decenas de correos, tu pobre hijo se acerca hasta tu silla y con su pelo rubio de punta al más puro estilo Tintín te estira una manita y saca su mejor sonrisa. Resultado: envías cero correos.
Después de jugar un rato con él y mirar la obra de enfrente mientras imita el sonido de la mixer, te das cuenta que hace un sol esplendido y es una tortura tener a tu hijo en casa. Resultado: te vas al parque (no tan jurásico) y sigues sin mandar correos.
Se acerca la hora de llegada de Nico del colegio y por consecuencia de almorzar. No hay comida preparada. La pobre mujer que ha venido dos días a casa para suplir a mi Mary Poppins y que no sabe donde está nada, te hace cientos de preguntas para hacer una pasta con tomate. Resultado: cabeza como un bombo.
Tu teléfono sigue sonando, siguen entrando mensajes y obviamente atiendes lo urgente. Fuera mensajes de amigos (les quiero pero no estoy para eso). Que me entiendan los que quieran.
Tarde de médicos con Nicolás. Toca salir a la hora de haber llegado tras un almuerzo en el que ya se introducen los: “Nico a sentarse a la mesa que estamos comiendo”, los “no quiero” y los “si te lo comes te doy un chocolatito”.
Sales cuando consigues aclararte del coche que no tiene pico y placa y por el camino te encuentras con una amiga que va a recoger una cosa a tu casa. Te dice que te ha escrito, pero: ¿me dices a qué hora contesto?.
Felipe está sin pijamas ni bodys planchados, se me ha olvidado lavar a mano los pantalones del colegio de Nicolás, no sé qué voy a poner mañana de comida y con tal de no ordenar el congelador para que no se abra de lo petado (lleno) que está, me ha tocado poner una tira de cinta pegante de esa horrorosa marrón para cerrar cajas.
Insistes a tu marido que intente ser un poco más ordenadito puesto que Mary Poppins no está. Solución: ahora la Mary Poppins soy yo y me paso califrajilistiqueando todo el día. Resultado: Lo que no se aprende de pequeñito es inútil pedirlo más tarde (lo siento mi amor, yo también te quiero).
Riegas el pobre huerto abandonado porque si no lo haces tú nadie lo hace. Haces cena, preparas la ropa de todos para mañana, dejas lista la prioritaria que hay que planchar. Resultado: Sigues sin mandar ningún email.
Eso y todo lo que no he contado: pataletas, lloreras, pelea de hermanos y la dichosa Mimi (un peluche de ratona color rosa mascota de la clase que mi hijo Nicolás odia, con la que hay que sacarse fotos a todas horas y que no podía haber llegado en peor momento a casa).
¿Por qué necesitamos tanto a esas mujeres que en el fondo despreciamos y de las cuales decimos que tienen esa profesión porque la cabeza no les da para más?.
Si lo pensáis bien, quizá este podría ser el trabajo más necesitado a día de hoy. Probablemente ellas son las más berracas, las que estarían preparadas para enfrentarse a cualquier crisis y la mayoría han sacado solas a sus hijos adelante (y han conseguido que sean profesionales).
“Que si Hercilia se pasa el día hablando por teléfono, que si Hercilia me pregunta todo, que si Hercilia es una cotorra”, suelen ser mis quejas diarias en la noche cuando veo la casa hecha un desastre.
Pero gracias a esa cotorra mi hijo de un año dice más de treinta palabras, gracias a que con 57 años sabe manejar el teléfono se han solucionada varios problemas de la casa, gracias a que Hercilia me pregunta las cosas luego no la estoy jodiendo porque no lo ha preguntado.
Hercilia sale de su casa a las 6.30 de la mañana y regresa a las 9.30 de la noche. 12 horas trabajando con nosotros y salvo contadas veces siempre está feliz y lo más importante, los niños la adoran. Cocina con amor (eso si, se demora horas), enseñó a gatear a Felipe, gracias a ella también Nicolás tuvo su brecha de ocho punto por la cual la recordara toda su vida porque ahí le ha quedado su cicatriz, mama gallo con Juan Camilo y lo regaña.
Hasta mis primos españoles conocen de las aventuras pero sobretodo de las desventuras de Hercilia.
Solo espero que esto no se me olvide rápido porque la que verdaderamente califrajilistiquea en la casa es ella y todas las Mary Poppins de las que nos quejamos.
Hercilia, prometo intentar joderte menos en los próximos meses. Si me estás leyendo, vuelve volando como Mary Poppins o como quieras, pero vuelve porque sigo sin poder enviar un solo correo.








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